Con nerviosismo movía el café caliente que acababa de pedir en la barra. Abrió el azúcar y la volcó rápidamente sobre su taza. Se mordía el labio inferior y agitaba con insistencia la pierna derecha. Marco, sentado a su lado la miraba pensativo.
- Martina, tranquilízate ya, por favor.
- No puedo Marco, entiéndeme. Tengo miedo de qué impresión daré cuando llegue al despacho. Quiero conocer a mis compañeros, espero caerles bien.
- Tranquila, que lo harás. ¿Por qué les vas a caer mal? Eres un encanto.
- Uff... eso espero... ¿y a los usuarios? porque no creo que confíen en mí.
- Paciencia, poco a poco. Tú entiendes de eso más que yo, lo harás bien, si te encanta lo que haces. No hay ningún aliciente mejor que el que te encante lo que hagas. Y a ti te encanta. Lo haces de corazón, y porque eres cotilla.
- ¿Cómo me dices eso? ¡No, por favor!
- Es broma tontorrona.
Ambos se terminaban el café entre miradas y sonrisas. Martina cogió su bolso y se puso las gafas de sol que tenía colgadas en el escote de la camisa.
- Váyamonos ya Marco, tengo que estar en el Centro a las cinco, quiero arreglarme el pelo y pintarme antes.- Dijo Martina mirando su nuevo reloj Guess que Marco le había regalado en Agosto por su cumpleaños. Era grande y dorado, con los números negros y finos. Favorecía mucho en su brazo dorado por el sol.
- ¿Llevarás esa ropa?- A la vez que pronunciaba esas palabras Marco la señalaba con el dedo y arqueaba una ceja.
- ¿Por qué? ¿voy mal?- Martina se sintió ofendida.
- Que va cariño, si siempre vas guapísima, eres guapísima, es imposible que vayas mal.
- Claro, tú qué vas a decir. Además el daño ya está hecho.
Martina le regaló a Marco una sonrisa y el comprendió que todo estaba arreglado. Ella en realidad iba radiante. Iba guapa, como ella era pero más. El celeste bebé de su camisa con los cuellos blancos resaltaba su moreno y los vaqueros marcaban su silueta.
- No sé si ponerme tacones.- Expresó Martina.
- Haz lo que creas.- Marco miraba las bailarinas beiges que se movían apresuradamente mientras caminaban.- Así vas bien.
Subieron a casa de Martina. Ella pasó al baño y Marco se sentó a esperarla en el sofá. Sabía que tardaría mucho. Siempre lo hacía.
Se escuchaban pasos lentos, era un sonido agudo, fino, de tacón de mujer. Era la madre de Martina. Era una mujer firme y correcta, a la que le importaban mucho las apariencias, era guapa y morena como su hija y llevaba un collar de perlas que resaltaba su sonrisa.
- Buenas tardes Marco, ¿y mi hija?
- Está en el baño, arreglándose para ir al Centro a lo de su nuevo trabajo.
- Es verdad. Me había olvidado que era a las cinco. ¿Queréis café? Voy a prepararme un té.
- Gracias Eleonora. Pero acabamos de venir de la cafetería de abajo.
Mientras Eleonora se alejaba con el ruido de sus tacones en el parquet, volvía Martina de su habitación.
- Qué rapidez, nunca lo hubiese dicho de ti señorita tardona.
- ¿Has visto?- Decía Martina mientras se daba una vuelta sobre sí.- Al final me puse tacones. Me siento más... mujer, más mayor. No quiero parecer una niña.
- Con tacones sigues teniendo veintitrés años.
- Lo sé, pero, ¿a que estoy más buena?
Ambos reían mientras bajaban por el ascensor. Martina parecía tranquilizarse. Se montaron en el coche y Marco llevó a Martina hasta el Centro. Ella se bajó del vehículo después de darle un fuerte beso a Marco. Marco apretó sus labios contra ella mientras ponía sus manos en su nuca para acercarla.
- Idiota, me vas a quitar el maquillaje.- Sonreía- Luego te veo. Te llamo cuando termine. ¡Qué nervios!
- Hasta luego preciosa.- Marco esperó en el coche hasta que Martina entró en el portal donde la esperaban.
Martina llamó al timbre y rápidamente acudió a abrir una chica. Tenía la piel pálida y el pelo oscuro, con unas manos finas con dedos largos.
- Tú debes de ser Martina, ¿verdad?
- Sí...
- Yo soy Valeria. También soy trabajadora del Centro, seré tu compañera de despacho.
- Encantada.
- Corre, pasa, te presentaré a Alfonso, el será quien te guíe las primeras semanas. Te explicará como funciona el centro y eso, ¿vale? él es quien coge la baja dentro de poco y por eso necesitabamos más personal. Bueno no es sólo baja también pedirá excedencia.
- De acuerdo.
Martina estaba contenta de haber conocido a Valeria. Era muy expontánea y divertida. Pensó que hablaba mucho, pues le había contado muchas cosas en un sólo minuto.
- Mira quién tenemos aquí. Es Martina, la chica nueva.
- Hola, soy Lola, la administrativo. Te llevaré el papeleo.- Dijo con una sonrisa.
Valeria se adentró hasta el final de la institución.
- Alfonso, esta es Martina.
De repente apareció un chico joven. Jamás lo hubiese imaginado así. Tenía 10 años menos de lo que ella pensaba, podía rondar los treinta. Era muy moreno, quizás también el verano que acaba de terminar recientemente tuviera parte de culpa. Era atractivo, y sus vaqueros caídos hasta la cadera lo hacían aún más apetecible. Llevaba una camiseta gris con un dibujo delante, una manzana roja.
- Encantado Martina. Soy Alfonso. Estoy aquí para lo que quieras. ¿Te apetece un café? Así podremos hablar tranquilamente del funcionamiento de la institución.
- Me parece perfecto.
En realidad, no le apetecía un café, hacía media hora que había tomado uno, peno no podría decirle que no a aquel muchacho que le había impresionado tanto.
Alfonso puso su mano en la cintura de Martina y la guió hacia el final del edificio.